miércoles, 18 de abril de 2012

¿Sabemos respirar?...

   Alguna vez te has preguntado si sabes respirar?, te has dado cuenta de la importancia que tiene una buena respiración?, vamos a intentar desglosar de manera sencilla y practica esta función fisiológica y así ver los beneficios de una buena respiración y cómo podemos lograrla.
   Respirar es la primera experiencia que vivimos todos los seres humanos al nacer. Es el primer proceso fisiológico que realizamos de manera independiente, una vez separados del cordón umbilical materno. A partir de ese momento se convierte en una actividad imprescindible para la vida, que consiste en absorber el aire por los pulmones, para tomar parte de las sustancias nutrientes que lo componen, y expulsar ese aire modificado.
   Nuestro cuerpo está programado automáticamente para esta acción, garantizando un suministro continuo de oxígeno, que resulta fundamental para la obtención de la energía que requiere el organismo en nuestro día a día. Así mismo, la respiración interviene en el desarrollo de todos los procesos fisiológicos: asegura la actividad cerebral, así como el funcionamiento del sistema nervioso, las glándulas, los músculos y los órganos.
   Respirar es, por tanto, mucho más que llenar de aire los pulmones. Es sinónimo de hálito, soplo y vida. Aunque debido a su carácter mecánico la mayor parte del tiempo no somos conscientes de su importancia, la respiración es para muchas culturas orientales uno de los métodos fundamentales de control de energía dentro de las artes curativas y la medicina tradicional. Además, no debemos olvidar que bajo circunstancias extremas las personas pueden sobrevivir sin comer o sin beber agua, pero no sin falta de oxígeno.
   Pero respirar únicamente no basta, es indispensable hacerlo correctamente. Por ello, antes de aprender una buena rutina de respiración, hay que saber identificar los factores que impiden que respiremos de forma adecuada. Aquí resumimos los más habituales:
·  Las situaciones de estrés o tensión provocan una respiración agitada y poco profunda, que impide que absorbamos el oxígeno que nuestro cuerpo necesita.
·  Una mala postura, como inclinar el cuerpo demasiado hacia delante o mantenerlo recto pero muy rígido, reduce la capacidad pulmonar y hace que nos fatiguemos.
·  El consumo de ciertas sustancias como medicamentos, alcohol o café puede producir alteraciones respiratorias.
·  Los desórdenes médicos (afecciones respiratorias, asma, alergias, sinusitis, congestión nasal, etcétera) repercuten, obviamente, en la forma en que respiramos.
·  Determinados hábitos alimenticios, como comer de manera muy rápida o hacerlo de manera copiosa, pueden alterar nuestra respiración.
·  La contaminación, la presencia de humos o los espacios mal ventilados son también un factor de riesgo, ya que en estos ambientes nuestro organismo inhala una menor cantidad de oxígeno como mecanismo de defensa.
·  El tabaco es la principal causa de mala respiración y enfermedades pulmonares.
   Obtendremos una serie de beneficios al respirar correctamente. Una buena rutina de respiraciones implica respirar de forma suave, profunda, rítmica, fluida y placentera; nunca deberá forzarse. Si convertimos esta pauta en nuestra manera natural de hacerlo, obtendremos los siguientes beneficios para nuestra salud:
·  Reducción del esfuerzo del corazón y la tensión arterial, mejora de la circulación sanguínea y disminución del riesgo de padecer enfermedades cardiacas.
·  Aumento del número de glóbulos rojos, generando mayor oxigenación y cantidad de sangre, que ayuda a eliminar más fácilmente las toxinas de nuestro cuerpo.
·  Aumento de la capacidad del organismo de asimilar y digerir los alimentos, mejora del tránsito gastrointestinal y un óptimo funcionamiento de los órganos abdominales debido a los movimientos efecto masaje que ejerce el diafragma durante la respiración.
·  Mayor rejuvenecimiento de las glándulas y de la piel.
·  Mejora del funcionamiento del sistema nervioso parasimpático: los latidos se reducen y los músculos se relajan. Todo ello se traduce en una buena actividad cerebral y mental, que repercute en nuestro estado de ánimo.
·  Mejora de la elasticidad de los pulmones, que se vigorizan y se fortalecen, aumentando su capacidad potencial y resistencia ante el esfuerzo.
·  El adecuado suministro de oxígeno ayuda a quemar más fácilmente las grasas, y proporciona un correcto nivel de alimento a los tejidos y glándulas.
Algunas veces y casi sin darnos cuenta, adquirimos malos hábitos a la hora de respirar y después nos percatamos de sus negativos efectos en nuestra calidad de vida. Aprender a identificarlos es el primer paso, os resumo los más frecuentes:
·  Disminución de la capacidad pulmonar y torácica, reducción de la circulación sanguínea, pérdida de calor corporal y sobresfuerzo del corazón para enviar oxígeno.
·  Sequedad en la boca, falta de oxigenación y acumulación de toxinas.
·  Digestión pesada e irregular por problemas a la hora de hacer el metabolismo.
·  Reducción de la regeneración de células y glándulas: envejecimiento prematuro.
·  Deterioro del estado del sistema nervioso e inmunológico.
·  Sensación de cansancio, fatiga, ansiedad, ahogo y malestar general. El cerebro es el órgano que consume más oxígeno, por ello una mala respiración puede ocasionar dolor de cabeza, somnolencia, aparición de pensamientos negativos o depresión.
   Para comprender un poco mejor todo este proceso, debemos revisar las fases de la respiración. Para aprender a respirar adecuadamente, antes que nada, debemos tomar consciencia de que respiramos  analizar cómo lo estamos haciendo. Una respiración correcta es una respiración completa, en la que interviene todo el sistema respiratorio y los pulmones se llenan de aire. Debemos inspirar por la nariz, ya que purifica el aire y regula su temperatura. Asimismo, procuraremos depositar el aire en el abdomen para que el diafragma actúe de soporte antes de expulsarlo. Una respiración completa se desarrollaría, por tanto, en los siguientes pasos:
·  Inspiración: el aire entra lentamente en los pulmones hasta alcanzar su máximo.
·  Retención: el aire se mantiene unos segundos para que las células se oxigenen
·  Espiración: se expele lentamente el aire inspirado, que lleva consigo el dióxido de carbono y el resto de partículas de desecho liberadas por las células y la sangre.
·  Descanso: los músculos y el aparato respiratorio quedan relajados durante unos segundos, antes de volver a iniciar el siguiente ciclo respiratorio.
   Al inspirar, llenamos de aire el bajo abdomen, luego el medio abdomen y, por último, el pecho. El procedimiento al espirar es el inverso. Cuando se respira de manera adecuada el vientre se expande hacia afuera, sin forzar, durante la fase de inspiración y vuelve hacia adentro, de manera natural, durante la fase de espiración. El pecho y los hombros deben permanecer inmóviles durante todo el proceso. Solamente las costillas se expanden durante la inhalación, y se contraen durante la exhalación.
   Los distintos ritmos en los que pueden ejecutarse estas fases dependerán del efecto que queramos conseguir. Un ritmo normal tonificante, consistiría en 8 segundos de inspiración, 4 de retención, 8 de espiración y 4 de descanso. Al comienzo de la práctica de la “respiración consciente” estos tiempos pueden resultar difíciles. Por eso, resulta conveniente empezar por ritmos de 6:3:6:3. Siguiendo la misma pauta de la respiración rítmica consciente, las fases de inspiración y espiración deben durar lo mismo, mientras que las de retención y descanso serán la mitad que las anteriores. Una fórmula adecuada para la relajación sería 2:1:2:1.
   Muchas personas se preguntan ¿cómo puedo saber si respiro bien?. Es sencillo, sólo hay que dedicar al día unos minutos a realizar ciclos respiratorios, mientras observamos si se cumplen las premisas apuntadas anteriormente. En estos ejercicios examinaremos los movimientos que se producen en el bajo abdomen, el estómago (o medio abdomen) y el tórax para verificar cómo se expanden y se contraen acompasadamente. Si colocamos nuestras manos en estos puntos y observamos que éstas no ascienden, es síntoma de que estamos realizando la respiración correctamente.
   De forma más empírica, podemos calibrar la calidad de nuestra respiración mediante una prueba respiratoria controlada por un especialista, en la que se mide la magnitud absoluta de la capacidad pulmonar, el volumen y los flujos aéreos; hablamos de la espirometría. La dinámica de la prueba consiste en respirar dentro de una boquilla conectada a un instrumento llamado espirómetro, que registra la cantidad y frecuencia de aire inspirado y espirado durante un determinado período de tiempo.
   Su uso está indicado para detectar enfermedades pulmonares, pero antes de realizarla debemos seguir estas advertencias: no usar broncodilatadores de acción corta en las seis horas previas a la prueba (12 horas en el caso de los de acción prolongada), evitar fumar o tomar bebidas con cafeína, así como alimentos pesados, entre 4-6 horas antes.
   Para aumentar nuestra capacidad pulmonar, lo primero que debemos hacer es realizar ciclos conscientes de respiración. Practicar yoga es especialmente apropiado para adquirir una buena pauta respiratoria, ya que se basa en ella para regular la concentración y las emociones; un control al que esta disciplina denomina Pranayama (respirar de forma consciente) y cuya clave radica en adoptar una respiración rítmica y pausada a partir de la ejercitación continua y, después, aplicarla a nuestra vida diaria. Además de esto, también debemos tener en cuenta siguientes consejos:
·  Mantener una postura cómoda y relajada y un estado de predisposición, tanto físico como mental, al acto de la respiración.
·  Realizar una correcta higiene respiratoria, evitando ciertos ambientes viciados así como el consumo de determinadas sustancias dañinas.
·  Hacer los ejercicios respiratorios al aire libre o en un ambiente limpio.
·  Realizar la práctica respiratoria una vez hecha la digestión, evitar las comidas copiosas y no ingerir alimentos inmediatamente después de realizar los ejercicios.
·  Dejar de lado hábitos como el tabaco, cuyos efectos negativos han quedado probados tanto a nivel de estructuras como en los mecanismos de defensa pulmonar.
·  Realizar ejercicio físico de manera regular, especialmente aquellas actividades dinámicas que implican la contracción continua de grandes grupos musculares (como el fitness), ya que son las que más estimulan el sistema cardiorespiratorio.
   Creo que ya me he enrollado bastante por hoy, y también es mi deseo que os haya servido de utilidad lo dicho!.
R.

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